El cine es riesgo, contradicción, amor por la creación. Siendo todo esto —y mucho más—, Pragda, distribuidora independiente de cine español y latinoamericano, necesitaba repensar su marca para llenarla de un espíritu que estaba latente pero no había salido aún a la superficie. Un trabajo de consultoría de marca, seguido de una serie de acciones tácticas, sirvió para explotar todo el potencial de Pragda y para hacer que abanderara un discurso que hoy sí suena más alto.

Cuando en 2005 la directora y programadora de cine Marta Sánchez fundó Pragda lo hizo con una meta ambiciosa: cambiar el mundo a través del cine. Porque solo hay una manera de vincularse al arte de contar historias, y es con pasión y valentía. Marta lo sabía. Quizá por eso, para dar nombre a su empresa eligió el de aquella pequeña productora que, tras estrenar Nosferatu en 1922, se fue a la quiebra pero sembró una emoción estética que aún perdura. Luego resultó que la productora en cuestión se llamaba Prana —y no Pragda— pero de equivocaciones o casualidades también está hecho el cine.

Unos cuantos años después de haber puesto a rodar Pragda, Marta acudió a La Isla con una petición: lograr un reconocimiento de marca más amplio y global. Y La Isla, como ecosistema de talento que es, activó distintas palancas para dar respuesta a esta necesidad: la de negocio, con Leticia del Corral a la cabeza, y la de marca y comunicación, que recayó sobre nosotras.

Apasionadas del cine, sí. De la cultura, también. Por eso nos sumergimos de lleno en el proyecto antes de que se dijera en el set «¡Luces, cámara, acción!”.

“Pensé que si alguna vez tenía mi empresa le pondría su nombre para honrar las contradicciones del cine, el riesgo que toman los artistas y el amor por crear”. Marta Sánchez, directora y fundadora de Pragda

Más allá de brindar acceso a su catálogo de películas a las universidades americanas, Pragda tenía una serie de compromisos con un gran impacto social: dar voz a las minorías invisibles, ensalzar el arte, conmover y hacer pensar, acoger a quienes han sido excluidos de la norma, acercar a los migrantes latinos residentes en Estados Unidos a sus raíces, promover ese orgullo cultural e identitario… 

De esa personalidad descubridora se derivó una voz apasionada, acogedora y llena de conocimiento. Atrás quedaba el tono funcional y aséptico que la marca había empleado hasta entonces: debía hablar con sus públicos desde la profesionalidad y la utilidad pero también aportando inspiración, ocurrencia y dinamismo. Con esa expresión verbal articulamos una serie de piezas de comunicación, entre ellas, el manifiesto de marca, que presentaba la razón de ser de este proyecto y su particular —y reivindicativa— mirada a la industria del cine.

No siempre es necesario acometer un rebranding radical para traducir nuevos rasgos o valores. Con el trabajo gráfico que realizamos para Pragda constatamos que a veces un pequeño detalle puede cambiarlo todo. De hecho, la actualización del logo consistió en la elección de otra tipografía —más estilizada y vanguardista—. De su intervención resultó un concepto subrayado en el nuevo tagline: Raising the voice of Latin cinema. De esta forma natural nació el isotipo de la marca y con él el símbolo que hoy está presente en todas sus comunicaciones, recordando cuál es su propósito: dar voz a esas minorías olvidadas.

Para hablar con sus públicos Pragda debía equilibrar la profesionalidad con la cercanía sin dejar de lado la inspiración.

Pero la verdadera transformación de Pragda llegó con la apuesta cromática. Hasta entonces, la marca había apostado por dos colores sin carga conceptual que apenas permitían margen a la hora de componer piezas offline o digitales. En este restyling decidimos llenar Pragda de color, inspirándonos en las vibrantes tonalidades de Latinoamérica. La nueva paleta nos trasladaba a México, Colombia, Venezuela o Perú, y le daba a la marca una enorme abanico de posibilidades creativas.

Hoy Pragda es una marca que proyecta su fuerte personalidad en todos sus espacios de comunicación y que, desde la primera toma de contacto, deja clara cuál es su reivindicación. Porque cuando un proyecto tiene un propósito tan encomiable, lo mínimo es compartirlo.

“El restyling nos ha dado una bocanada de aire fresco, sin tener que cambiar nuestra esencia”. Marta Sánchez, directora y fundadora de Pragda