Barrado es una empresa familiar que, a lo largo de sus 50 años, ha sabido innovar en su producto y sus procesos gracias al esfuerzo, visión y capacidad de adaptación de quienes la componen. Pero mientras se había enfocado en el negocio, había olvidado el poder de la marca y su comunicación.

“Detrás de cada marca hay un producto, pero no todos los productos son marcas”. Esta frase la pronunció David Ogilvy y resume perfectamente la situación que atravesaba Barrado antes de empezar a trabajar con nosotras. Esta empresa de fabricación y venta de peluches al pormayor con sede en Barcelona crecía, especialmente desde 2020, a un ritmo frenético: incorporando a nuevos perfiles al equipo; diseñando, produciendo y distribuyendo nuevas colecciones; abriendo mercado en nuevos países; cerrando acuerdo con licencias de primer nivel… Pero, a pesar de este contexto de negocio, la marca no transmitía lo mismo, lo que le impedía, en un entorno internacional, cerrar acuerdos con mayor facilidad. ¿Cómo era posible que no se conociera la marca pese a sus décadas de trayectoria y consolidación?

La identidad visual y su universo huyeron de lo naif para conectar, directamente, con la cultura pop.

Para satisfacer las dos demandas más estratégicas de Barrado —parecer lo que eran y dar un nuevo status al peluche dentro del sector juguetero— la inmersión fue clave. No solo estudiamos en profundidad la naturaleza de la industria, sino también los comportamientos de los públicos con el fin de identificar una oportunidad que fuera continuista con la marca y recogiera esta nueva ambición. Y la encontramos, pero había que alinear lo que la marca era —colaborativa y humilde— con lo que esta quería ser —visionaria, creativa y carismática— para liderar el reto.  

Así fue cómo traduciendo la personalidad de la marca en diferentes assets —identidad verbal y visual— emergió el tagline que recogía esta declaración de intenciones —Taking plush toys further— que, a modo de mantra, nos ayudó a construir un storytelling que vinculaba pasado, presente y futuro con su ambicioso objetivo final.

Y como lo verbal y lo visual van siempre de la mano para que remen en la misma dirección —crear una percepción concreta así como ocupar un lugar inequívoco en la mente del consumidor—, el cliente apostó por un rebranding integral con el que desvincularse de algunos atributos propios del sector: “El peluche es infantil, friki y nicho”.

Identidad verbal.
La marca necesitaba expresarse de una determinada manera para transmitir su nueva personalidad, pero también para romper con algunas pautas asentadas, de manera natural e individual, por parte de los miembros del equipo. El manual de marca se convertía así en una herramienta esencial capaz de dar unidad a la comunicación transmitiendo profesionalidad, confianza y entusiasmo.

Identidad visual.
En este proceso de renovación, el icónico osito de peluche de la marca iba en contra del nuevo posicionamiento y, demás, era insuficiente para abrazar todas las nuevas líneas de negocio kidult. En su lugar, apostamos por un símbolo que describía literalmente la vocación de Barrado por llevar el peluche más lejos. Y con él asentamos todo el universo de la marca vinculado con la cultura pop, lejos de lo naif.

Convencidos del cambio y con ganas de mostrarlo al mundo, Barrado acometió la implantación de la marca de manera decidida y fluida tanto en soportes online como offline. Algunas de las acciones más relevantes fueron:

Web corporativa.
Concebida como espacio aglutinador, desplegamos la marca tanto a nivel visual como verbal y creamos, además, una experiencia capaz de romper moldes en un entorno B2B.

Credenciales corporativas y landing page.
Para cumplir con los objetivos comerciales de una marca muy activa en ferias y eventos, desarrollamos sus credenciales corporativas así como páginas de aterrizaje para dar a conocer la nueva marca, su enfoque y captar leads.

Desarrollo de contenido.
Fruto de una ambiciosa estrategia de comunicación se activó en una primera fase el contenido orgánico para sus perfiles sociales. ¿El objetivo? Generar reputación. La marca Barrado ya tiene todo para llevar el peluche más lejos.